Dos expertos en Geología del Conicet NOA analizan qué factores causaron los sismos de febrero de 2023, y que tuvieron catastróficas consecuencias humanas y económicas. Ofrecen, además, una comparación con base científica respecto de nuestro territorio provincial.
El 6 de febrero se sacudieron los cimientos de Siria y de Turquía. El sismo, ocurrido 34 km al sureste de la ciudad turca de Gaziantep, tuvo efectos devastadores: con una magnitud 7,8 en la escala de Richter, dejó como saldo decenas de miles de muertos. Nueve horas después, la furia imprevisible de la naturaleza profundizó el caos: una réplica –inusual- de 7,5 de potencia tuvo su epicentro a unos 80 kilómetros del anterior, y provocó que algunos edificios que habían soportado el primero finalmente se derrumbaran, sumando mayores perjuicios en vidas humanas –más de 50 mil muertos- y en pérdidas económicas (según los cálculos, unos 100 millones de dólares norteamericanos).
El estudio comparativo desde Tucumán es necesario. La provincia está en una zona sísmica de nivel II, lo que implica que estadísticamente puede llegar a producirse un sismo de nivel 6 en la escala de Richter cada 100 años, señalan dos expertos en sismología del Instituto Superior de Correlación Geológica (INSUGEO, CONICET-UNT). Se trata de Florencia Escalante Fochi y Guillermo Aceñolaza, quienes explican el concepto de falla geológica; qué factores confluyen y hacen que un terremoto tenga consecuencias más destructivas y mortales; qué medidas se pueden emplear en estos casos, y cuál es la realidad de Tucumán en relación con estos fenómenos.
La entrevista fue realizada por el Departamento del Comunicación del CONICET NOA Sur.
•¿Por qué ocurrieron los terremotos de Turquía y Siria?
Florencia Escalante Fochi: Turquía es una de las zonas sismológicas más complejas y activas del mundo: gran parte del país se asienta en la relativamente pequeña placa de Anatolia (también esta Siria sobre ella), que está delimitada al norte por la placa Euroasiática, y al sur y al este por las placas Africana y Árabe. El bloque de Anatolia tiene forma de cuña, y cuando las otras tres placas se desplazan y se acercan, lo comprimen; ello hace que salga disparado hacia el oeste, produciendo devastadores terremotos como el ocurrido recientemente.
Para comprender esto de forma más sencilla, recordemos cómo se genera un sismo. La parte más externa de la Tierra, que se conoce como corteza, puede ser imaginada como un gran rompecabezas esférico. Sus piezas son las placas tectónicas, pero no están quietas: se mueven en diferentes direcciones empujadas por el calor interno del planeta; y el punto donde las placas hacen contacto unas con otras se conoce como falla. En promedio, cada una de estas fallas se mueve por año entre 3 y 6 centímetros a una velocidad que es imperceptible para el ser humano. A medida que las placas se mueven, se va acumulando energía (la palabra técnica es esfuerzo) en esas fallas. Y cuando la roca no resiste a los esfuerzos que se acumulan en las fallas, se rompe, lo que produce un sismo. Su magnitud depende de la energía que se había acumulado y del tamaño de la ruptura en la falla en cuestión. Lo que ocurrió en Turquía y en Siria (que, recordemos, están entre las otras tres placas) es que se liberó una importante cantidad de energía en una falla, y eso desencadenó el terremoto.
Específicamente, fue un evento relacionado con la falla de Anatolia oriental, que pasa por Gaziantep, lugar del epicentro en el sureste del país. Se trata de una falla de tipo transformante (de desplazamiento lateral), semejante a la conocida “falla de San Andrés” que separa a dos grandes placas: la del Pacífico y la norteamericana. La falla de Anatolia Norte ha sido la más activa en las últimas décadas (11 grandes terremotos durante el siglo XX), produciendo sismos tan devastadores como el de Izmit (1999), de magnitud 7,4 como consecuencia del cual murieron más de 17 mil personas. Y está en el punto de mira de muchos científicos porque atraviesa la región de Estambul, la ciudad más poblada del país.
A diferencia de la de Anatolia del Norte, la falla oriental de Anatolia, donde tuvieron lugar los terremotos de febrero, no había registrado actividad importante durante el siglo XX: el último terremoto importante (magnitud 7,4) se había producido el 13 de agosto de 1882. Muchos municipios de la zona quedaron devastados y se contabilizaron más de 7.000 muertos sólo en la ciudad siria de Alepo. Las réplicas continuaron a lo largo de todo un año.
•¿Por qué fue tan devastador el primer sismo?
Una combinación de factores explica el alto número de muertos y de heridos, y los graves daños: la localización del epicentro del sismo, la hora en que ocurrió, los antecedentes históricos tan lejanos y medidas de seguridad poco rigurosas a la hora de construir ayudan a explicar por qué. Pero además incidió que la falla de Anatolia Oriental se encuentra en zonas muy pobladas y a que el evento fue "somero", es decir, se originó a poca profundidad (a casi 18 kilómetros), por lo que las ondas sísmicas se propagaron con mayor facilidad. Y a ello se suman variables externas, como las condiciones climáticas de ese momento (un crudo invierno) y la antigüedad de muchos edificios que no habían sido construidos previendo la ocurrencia de terremotos: colapsaron más de 5.600 edificios, entre ellos muchos sitios arqueológicos, como el castillo de Gaziantep. A estos problemas, en Siria se agregó el hecho de que la mayoría de los afectados por el terremoto estaban desprotegidos desde antes: se estima que más de 4 millones de personas dependían de asistencia humanitaria.
•¿Cuál es la realidad en nuestro país y, principalmente, en Tucumán?
Guillermo Aceñolaza – La actividad sísmica que tienen lugar en nuestro país, se corresponde con movimientos de intraplaca vinculados al empuje que produce la placa de Nazca al introducirse, desde el oeste, por debajo de la Sudamericana en el proceso que se conoce como subducción. En esta región, ubicada en el extremo noroccidental de las Sierras Pampeanas, las fuentes sismogénicas corresponden a fallas inversas de orientación norte-sur que inclinan fuertemente tanto al este como al oeste. Estas estructuras elevan los bloques que constituyen las Cumbres Calchaquíes. Algunas de ellas presentan evidencias de deformación cuaternaria (en los últimos 2,6 millones de años) y se concentran principalmente en los márgenes y al pie de los cordones serranos.
Como se mencionó, Tucumán está en una zona sísmica de nivel II. Más específicamente, según los registros del Instituto Nacional de Prevención Sísmica (INPRES) y de estudios que datan de 1800, la Sierra de Medina, ubicada en el departamento de Trancas, es la zona más sísmica de la provincia.
Los datos de todo el país están disponibles porque el INPRES opera y mantiene una Red Nacional de Estaciones Sismológicas. Esta cuenta con 50 estaciones en distintos puntos del país- y una Red Nacional de Acelerógrafos (sismógrafos con sensores de aceleración), compuesta por 148 instrumentos. Los registros se realizan durante las 24 horas del día y permiten determinar los parámetros de los sismos, como, por ejemplo, ubicación y magnitud. Este seguimiento, que funciona en el marco de una política nacional, se instauró luego del terremoto del 15 de enero de 1944 que, con una magnitud de 8 en la escala de Richter, destruyó la ciudad de San Juan y terminó con la vida de 10 mil personas.
Pero, como explicó la geóloga Escalante Fochi, la peligrosidad no depende sólo de su magnitud; también de la vulnerabilidad de la zona. Y en Tucumán se calcula que las construcciones pueden afrontar sismos de 6 o de 7 en la escala de Richter. El último movimiento, ocurrido a las 5:36 del 10 de enero de 2022, tuvo una magnitud de 5,6; el hipocentro se localizó a 13 km de profundidad y 86 km al noroeste de San Miguel de Tucumán, cerca del límite Salta. También según los datos del INPRES, a las 6:05 ocurrió una réplica de magnitud 3,1 con epicentro unos kilómetros al este del sismo principal con al menos tres de magnitudes, de entre 2,7 y 3, todas ellas a profundidades por encima de los 13 kilómetros.
Según el INPRES la zona de Tucumán es de peligrosidad sísmica moderada, lo que no impide eventos de importante intensidad. El 19 de enero de 1826 un terremoto que habría alcanzado una intensidad de VII en la escala Mercalli Modificada (MM), en la localidad de Trancas y que se habría sentido muy fuerte en San Miguel de Tucumán y en la ciudad de Santiago del tuvo una magnitud de 6,5 en la escala de Richter y una intensidad MM de IX en la Villa Vieja de Trancas. Esa localidad y zonas vecinas fueron prácticamente destruidas; en Trancas se cayeron la iglesia y numerosas casas.
•En cuanto a la detección, ¿al día de hoy existen avances significativos?
Para monitorear los sismos se utilizan instrumentos conocidos como sismómetros, que miden el movimiento del suelo durante un terremoto, y permiten determinar la magnitud, la localización y la profundidad. Sin embargo, anticipar con precisión un terremoto es prácticamente imposible, debido a la dificultad de monitorear la totalidad de la corteza terrestre. Si bien nueva tecnología de inteligencia artificial puede hacer predicciones más rápidas y exactas, y se dispone de teléfonos celulares capaces de enviar alertas instantáneas para que la gente se ponga a resguardo, la alerta proporciona de 20 a 120 segundos antes de la llegada de un sismo, en función de la distancia respecto del epicentro y de las primeras detecciones de las estaciones, pero no ayudan demasiado a llevar adelante grandes evacuaciones a tiempo.
•¿Qué recaudos se pueden tomar?
Mucho antes de que suceda un sismo hay que haber establecido (y comunicado con eficiencia) un plan de prevención sísmica; ubicar y señalizar zonas seguras o libres de riesgo; designar responsables para cortar los servicios (luz, agua, etc.); disponer de luces de emergencia, linternas y radios, y señalizar y mantener libres de obstáculos las vías de escape, entre otras acciones. Y durante un sismo se recomienda mantener la calma y actuar de acuerdo con lo establecido en el plan de emergencia; no permanecer en lugares donde la caída de objetos pueda provocar accidentes; no usar ascensores y evitar aglomeraciones, además de ser solidarios con los semejantes frente a la emergencia.
Por otro lado, como es sabido, los daños causados por el terremoto dependen entre otros factores, de las características del edificio y de la calidad de la construcción. Por ello es importante contar, sobre todo en regiones potencialmente sísmicas, con sistemas de construcción que aseguren que todos los edificios tengan la resistencia y la ductilidad adecuadas para permanecer como unidad integral, incluso cuando sometidos a grandes movimientos. Este tipo de construcción permite mitigar riesgos y reducir el impacto de un sismo, a partir de medidas basadas en el conocimiento previo de los daños que causan los sismos. El estudio de los daños es un paso importante en la evolución de las medidas de mejora del comportamiento sísmico de las construcciones.
¿El INSUGEO participa en el relevamiento de datos de este tipo?
El INSUGEO es colaborador de una red internacional gestionada desde el INPRES, y trabaja en coordinación con la Universidad de Arizona (EE.UU.). Contamos con un sismógrafo, exhibido al público como parte del “Parque Geológico INSUGEO”, con el que se busca mostrar a la comunidad una de las tantas aplicaciones prácticas de la Geología.